Dieta

La fructosa

La fructosa aumenta el riesgo cardiovascular. La dieta occidental es rica en azúcares procesados (fructosa) y grasa; asociándose el consumo excesivo de fructosa con obesidad, diabetes, inflamación, elevación del ácido úrico, hipertensión, hígado graso y enfermedades vasculares. Aún el consumo de bebidas gaseosas, en pequeñas cantidades y por corto tiempo (3 semanas), produce una disminución del tamaño de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), cambios en la glucemia (resistencia a la insulina) y aumento de la proteína C reactiva.

El consumo per cápita de jarabe de maíz alto en fructosa ha aumentado notablemente desde su introducción en el mercado (0.5 lb en 1970), hasta 55.3 lb en 1993. Según un estudio estadounidense de salud, el consumo de fructosa aumentó de 37 g/día en 1977-78 a 55 g/día en el 1988-94.

En el 2010 el consumo de edulcorantes y azúcar adicionada fue 19% mayor que en 1970. El jarabe de maíz alto en fructosa es una mezcla de fructosa (55%) y glucosa (45%); y ha reemplazado a la sacarosa (azúcar de mesa) como edulcorante en la mayoría de las bebidas gaseosas, dulces, frutas enlatadas, helados, galletitas, etc. En el hígado se convierte en triglicéridos, causando hígado graso el cual puede desarrollarse en esteathepatitis con fibrosis (20-50%), cirrosis hepática (20%) o carcinoma hepatocelular (1-5%).

La fructosa no puede entrar al cerebro ni al páncreas; por lo cual no activa las señales de saciedad ni la secreción de insulina, en proporción a la cantidad ingerida. Su consumo crónico provoca un agotamiento rápido de energía (ATP), ya que necesita fósforo para metabolizarse, y luego convertirse en triglicéridos y colesterol. Aumenta la síntesis de ácido úrico; y éste a su vez, incrementa el riesgo de gota e hipertensión arterial, porque inhibe la sintetasa endotelial del óxido nítrico (substancia vasodilatadora). Estos trastornos se observan en adolescentes que consumen gran cantidad de bebidas gaseosas.

La hipertensión, combinada con un aumento del ácido úrico, causa daños vasculares, aún cuando sea tratada con medicamentos antihipertensivos. Pero, afortunadamente, estos daños no ocurren si consumimos frutas.

Fuente consultada: Federación Internacional de Diabetes (FID)

*La información aquí proporcionada no pretende reemplazar ni complementar la consulta y el diagnóstico de su médico.

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